intensidad...

...cada palabra-roce parece encender hogueras dentro de mí y ese fuego me insufla vida nueva, una vida sin tiempos, una vida que espera estrenarse... entonces siento que mi vida, esta vida llena de vos, es la vida en ese ser mitológico, la oceánida, buscando poblar un universo, crear un universo...

Yo me vuelvo un círculo, me vuelvo infinito, me hago intemporal y todo se borra delante de mí... sólo queda tu música, tus sentimientos, tu intensidad...



(de La mujer ante el umbral, inédito dedicado a Pablo antes de que prefiriera dejar de ser umbral
para ser muro)

lunes, 31 de mayo de 2010

Frases célebres que una mujer separada debe soportar estoicamente

Existe un sin número de frases célebres que una mujer separada debe soportar ni bien estrena su flamante extranjería matrimonial. Supongo que cada mujer separada tiene una frase que le resulta más indigerible que cualquier otra. En mi caso, hay una que particularmente me sulfura y saca al caballero medieval que toda dama que se precie lleva dentro y me imagino blandiendo la espada delante de la amiga, familiar o ser bien intencionado que se anime a espetarme la preguntilla y/o comentario en cuestión...
Resulta que cuando una se separa, sea por el motivo que sea, y pasado el shock de los primeros días en los que te la pasas despeinada, con los ojos enrojecidos y cara de "me pasó un tsunami por encima", un día te levantás decidida a reiniciarte y de ahí en más comienza una transformación física y espiritual que te lleva día a día a llenarte de gozo... un gozo que se te va volviendo adherente y se te posa en el cuerpo, el pelo, los ojos y la sonrisa. Es justo en ese momento, cuando estás decidida a lanzarte al mundo, que aparece una persona (puede ser una de tus amigas, algún familiar o cualquiera lleno de buena voluntad, incluso tu misma psicóloga) que te aconseja con la mejor buena intención... "deberías estar un tiempo sola, para ver qué querés, quién sos" y, si tu cara llega a reflejar el más mínimo atisbo de ira, molestia, encono o cualquier variable irascible, el sujeto en cuestión te dispara la pregunta que suele acompañar a este consejo... "es que no podés estar sola?"

En primer lugar, la soledad que una mujer recién separada experimenta y que, para el resto del universo, comienza el día que por fin logró que su ex- sacara buena parte de sus pertenencias de la vivienda en común y SE FUERA!!!, comenzó varios años antes, dentro de la misma pareja cuando empezó a sentirse incomprendida, desvalorizada, abandonada, ignorada, desperdiciada y varias delicatessen más... Lo que el consejero en cuestión no percibe es que tu soledad actual es continuación de la vivida dentro de la relación de pareja fallida y precisamente porque sabés muy bien qué querés y qué no querés de ninguna forma y porque tenés bien clarito quién sos -interrogantes que, además, tuviste mucho tiempo de dilucidar en ese tempo matrimonial eteerno en que todo se venía a pique- es que le sacaste pasaje de ida a tu pareja. Lo que además comprueba que perfectamente podés estar sola... De hecho creo que se trata de una cuestión sintáctica... el verbo no es "poder", sino "querer"... No es que no pueda estar sola, sino que no quiero estar sola.

Pero, atención!!!, si se te ocurre argumentar algo en este sentido, seguramente el consejero bien intencionado contrargumentará con frases del tipo "pero vos no estás sola, tenés a tus hijos, tenés tus amigos..." Justamente en ese instante es cuando yo siento que mis hambres negras se vuelven volcánicas... siento que voy a escupir fuego por la boca y dagas por los ojos... como si hubiese un único tipo de soledad y como si además fuera lícito cargar a los hijos y/o los amigos con tu soledad del subtipo sentimental!!

Señores del consejo, nuestra identidad se labra en la relación con los demás, Lacán puede explicarlo mejor, por lo tanto a la soledad déjenla para los ermitaños o los monjes de clausura y antes de pregonarla... practíquenla un domingo cuando tu ex se llevó los chicos, tus amigas están con sus parejas, maridos, amantes y tus padres -liberados de la crianza- se fueron en viaje de findesemana para disfrutar por fin "sin hijos" y... después, me cuentan.

domingo, 30 de mayo de 2010

Hambres Negras

En el lago profundo de nuestro inconsciente permanece en estado de latencia un oscuro animal mitológico que se alimenta de lo prohibido, lo monstruoso, de nuestros deseos más primarios y borrascosos. Anida soterrado y se sostiene entre el dolor y el goce y nos define en el riesgo de la seducción.


Teresita Alfieri en Sirenas, por supuesto relaciona la seducción con la búsqueda por saciar nuestras hambres negras y dice: "La seducción es una conquista de placer deleitoso al filo de un dolor atroz, un puente de lianas colgantes, por encima del abismo y donde amamos, nos expandimos y somos felices, pero que siempre acaba cortándose en el medio, seccionando el goce para que la sed sea inextinguible, para que el dolor sea justamente esa conciencia de lo acabado, de la carencia, de la ausencia del instante grato que creíamos inmortal, conciencia del regreso al mundo rígido y severo de las leyes implacables de la cotidianeidad." (95)


En ese fragmento anida una verdad que aún no acabo de descifrar, pero que me conmueve desde mi oscuridad más profunda...


En el riesgo está el placer y el dolor, la eternidad, la vida extraordinaria, la marginalidad, la anormalidad y en estos filones siento aletear mi identidad más visceral... la que soy desgreñada, sin barnices sociales, la que se asoma en mí a través del reflejo fragmentario que me devuelve inacabadamente el otro cuando su sola presencia me incita al riesgo, al desacato... cuando el otro me transforma en Eva ante el árbol, Eva entre la dicha y el espanto, Eva instintiva, Eva anhelando conocer...


En ese juego por los márgenes se conforma mi identidad, aunque de esto no tengo ninguna certeza sino tan solo una intuición primaria e irracional que me lleva a escribir de forma caótica y desbordada, buscando ordenar, volver instante y racionalizar lo que es eterno, exuberante e intuitivo. La escritura parece ser el itinerio para arribar a mi identidad, hacerla visible ante mí, lograr que se fije en el instante previo a modificarse para tener sobre mí misma una idea más exacta que la de la caótica intuición de la/las que soy anidando en mí.
Para los eruditos y curiosos que puedan querer los datos del libro de Alfieri que incluí en mi texto:
Alfieri, Teresa; Sirenas, por supuesto, Edidiones Último reino, Buenos Aires, 1991.